Halloween (Mary Poppins, parte final)

Michael caminó lentamente hacia el desayuno, mirando por encima de su hombro. Y lentamente, lentamente, una oscura forma lo seguía por el suelo.

-Mi sombra está aquí, ¿está la tuya, Jane?

-Sí -dijo ella, sorbiendo su leche. Había estado despierta mucho tiempo sonriéndole a su sombra. Y le pareció, mientras el sol brillaba, que su sombra le devolvía la sonrisa.

-¿Y en qué otro sitio podrían estar, si se puede saber? Coge la crema de avena, por favor.

Mary Poppins, con un fresco y crujiente delantal blanco, entró en la habitación. Llevaba su mejor abrigo azul y el sombrero de tulipán carmesí.

-Bueno, a veces están en el Parque -dijo Jane. Le dirigió una mirada cautelosa al blanco delantal. ¿Qué diría a eso? Se preguntó.

El abrigo cayó sobre su percha con un quejido y el sombrero pareció deslizarse en el interior de su bolsa de papel.

-En el Parque, o en el jardín, ¡o sobre un árbol! Una sombra va dondequiera que vayas tú. No seas tonta, Jane.

-Pero a veces se escapan, Mary Poppins -Michael alcanzó el azúcar-. Como las nuestras anoche, ¡en la fiesta de Halloween!

-¿Una fiesta de Halloween? -Dijo ella, mirándolo. Y podría pensarse, mirándola a ella, que nunca jamás había oído palabras semejantes.

-Sí -dijo él rápidamente, sin darse cuenta-. Pero tu sombra nunca se va, ¿verdad, Mary Poppins?

Ella miró hacia el espejo de la Habitación de los Niños y se encontró con su propio reflejo. Los azules ojos iluminados, las rosadas mejillas brillaban y la boca vestía una pequeña y complaciente sonrisa.

-¿Por qué iba a querer irse? -Dijo resoplando. ¿Huir? ¡Qué idea!

-¡Ni por mil libras! -Exclamó Michael. Y el recuerdo de la aventura nocturna burbujeó en su interior.- ¡Oh, cómo me reí del Señor Alcalde! -Chisporroteó de solo pensarlo.- ¡Y la Sra. Corry! ¡Y Ganso-gansito!

-Y tú, Mary Poppins -rio Jane-. Trotando sobre todo por todo el Parque, ¡y la mariposa en el hombro de tu sombra!

Michael y Jane se miraron el uno al otro y rugieron con júbilo. Echaron hacia atrás la cabeza y se sujetaron los lados y rodaron sobre sus sillas.

-¡Ay, Dios! ¡Me ahogo! ¡Qué divertido fue!

-¿De verdad?

Una voz tan afilada como un témpano los puso serios del tirón.

Pararon en medio de una carcajada e intentaron componer las caras. Los brillantes ojos azules de Mary Poppins estaban abiertos por la sorpresa.

-¿Trotando por ahí? ¿Con una mariposa? ¿Por la noche? ¿En un sitio público? ¿Tenéis el valor de sentaros ahí, Jane y Michael Banks, y llamarme canguro?

Con esto, pudieron comprobar, se habían pasado de la raya. El lomo del camello se había roto.

-¿Sentada en el hombro de Ganso-gansito? ¿Trotando y volando por todo el Parque? ¿Es eso lo que tratáis de decirme?

-Bueno, no como  un canguro, Mary Poppins. Pero estabas trotando, creo… -Michael buscaba la palabra adecuada mientras ella lo miraba desde el otro lado de la tetera. Pero la visión de su cara era demasiado para él. Buscó a Jane por el rabillo del ojo.

«¡Ayúdame!» gritó silenciosamente. «¿Seguro que no lo hemos soñado?»

Pero Jane, también lo miraba por el rabillo del ojo. «¡No, era cierto!» parecía decir. Sacudió levemente la cabeza y señaló el suelo.

Michael miró hacia abajo.

Allí yacía la sombra de Mary Poppins, pulcramente extendida sobre la alfombra. La sombra de Jane y la suya propia estaban inclinadas contra ella, y sobre su hombro, negra en el sol, había la sombra de una mariposa.

-¡Oh! -Exclamó Michael lleno de alegría, dejando caer su cuchara con estruendo.

-¿Oh, qué? -Dijo Mary Poppins con aspereza, mirando al suelo.

Dirigió su mirada de la mariposa a Michael y luego de Michael a Jane. Y la crema de avena se enfrió en sus platos mientras se miraban los unos a los otros. No se dijo nada, no había nada que decir. Había cosas, ellos lo sabían, que no se podían decir. Y, de todas formas, ¿qué importaba? Las tres sombras, ligadas en el suelo, lo entendieron todo.

-Es tu cumpleaños, ¿no es cierto, Mary Poppins? -Dijo Michael al final, con una risilla.

-¡Muchas felicidades, Mary Poppins! –Jane le dio una palmadita en la mano.

Una sonrisa encantadora apareció en su boca pero apretó los labios para contenerla.

-¿Quién os lo ha dicho? -Inquirió, suspirando. ¡Como si no lo supiera!

Pero Michael estaba lleno de alegría y valentía. Si Mary Poppins nunca explicaba nada, ¿por qué debía hacerlo él? Solamente sacudió la cabeza y sonrió.

-¡Eso me pregunto yo! -Dijo con voz pedante, exactamente como la de ella.

-¡Insolente! -Y saltó hacia él. Pero él corrió, riendo, lejos de la mesa, fuera de la Habitación de los Niños y escaleras abajo, con Jane pegada a sus talones.

Corrieron a lo largo del camino del jardín, atravesaron la puerta y la calle hasta el Parque que los aguardaba.

El aire de la mañana era limpio y brillante, los pájaros cantaban sus canciones otoñales, y el Vigilante del Parque caminaba hacia ellos con una rosa tardía enganchada en su gorra…

 

 

Extraído del original en inglés: The complete Mary Poppins. Libro 4: Mary Poppins in the Park. De la autora P. L. Travers.

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